jueves, 9 de agosto de 2018

El Silencio del Cordero

Por Javier Labrada García
A veces me siento como un náufrago en la isla, como la oveja negra del rebaño, asediado de cerca por los lobos, pero que no vienen a devorarme, sino a convencerme de que devorar es la solución, es lo que está de moda.
Mis implementos de trabajo
¿Me preguntan por qué me gusta lo que hago? No entienden por qué no me canso de seguir mis sueños, de levantarme cada día, de poner en una caja las preocupaciones y regalar una sonrisa.
No entienden por qué no me estoy quejando constantemente de las dificultades, del trabajo, de la gente, de la insensibilidad, de la crisis de valores, el transporte, el agua, los apagones.  Me piden que abra los ojos, me aseguran que un día me cansaré de la rutina, de crear, de ver el lado singular de la vida.
Buscan arrastrarme al abismo, a caminar sobre el borde afilado del cuchillo, al sitio donde ellos ya han tocado fondo, y que según sus palabras, para unírmeles solo será cuestión de tiempo. La decepción me rodea y trato de batallar con mi mejor arma: tratar de ser ejemplo de que ese fondo del abismo lo hemos cabado nosotros mismos con nuestra manera de pensar.
No quiero ser un sicólogo, ni pretendo, como dice Buena Fé, que crean todo lo que digo, no soy un oráculo. “Ojalá que te construyas en tus experiencias y tus sentimientos”. Me gusta lo que hago, adoro mi trabajo, la vida que tengo. No estoy decepcionado, porque tengo la libertad para hacer lo que me gusta, y como me gusta, no como alguien más quiera.
No me quejo porque esa no es la solución a ninguna de mis dificultades. No soy patriarca de una casa con centenarias generaciones, pero las responsabilidades del hogar también llueven sobre mí. Vivo como el resto, no soy un zombi que trabaja y trabaja. Busco, entre tantas situaciones y labores diarias, el momento para mí.
No critico a nadie por su manera de pensar. No tergiverso palabras ajenas. No impongo mi criterio ni mis sueños. Solo te relato los míos. A veces pienso que no pertenesco a esta época, que soy como el Yanqui de Connecticut en la corte del Rey Arturo. Es duro ser bombardeado constantemente con esa racha de malas vibras, de desiluciones amontonadas en un mundo materialista.
No los critico. Solo pido que no me hundan con ellos en el mismo lodo, en el mismo barco. El tiempo y el esfuerzo darán la razón al bando ganador de esta batalla. Esa es la verdadera razón del Silencio del cordero.

3 comentarios:

  1. Gracias Javier por tus lecciones,que bueno que pienses de esa manera, estamos en el mismo bando.

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    1. Gracias Lourdes que bueno saber que no estoy equivocado con mi manera de pensar

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