Suena el pregón inconfundible. El que anuncia la llegada de
esta persona que recorre las calles de Cruce de los Baños con variadas
propuestas. El carricoche que empuja no tiene similar y se pasea desbordado de
opciones para el paladar más complejo.
“Vamos, arriba, toma la merienda, el café caliente”, es la
voz que pone en alerta a más de uno. Su nombre es Martha Núñez Creach y a sus
65 años trabaja por cuenta propia. Pero mucho más esconde su historia.
Nació en Riíto Matías, en el seno de una familia campesina y
en la finca familiar siempre se dedicaron a cosechar los productos de la
tierra. Allí mismo comenzó la Escuela Primaria y obtuvo sus primeros 3 grados
de enseñanza. Más tarde le acercan la escuela hasta Palmarito y allí terminó el
sexto grado.
Allí estuvo hasta los 18 años cuando empiezan a trabajar como
maestros que enseñaban por la noche a los analfabetos. Más tarde empieza a
trabajar como maestra primaria y allí se desempeñó por 5 años, hasta 1975.
Pero luego se incorpora a trabajar en la Agricultura, dado
que en aquellos años para alcanzar la Licenciatura en Maestro Primario había
que irse para Bayamo. Con una familia ya hecha, Martha decide no seguir ese
camino. Empieza a trabajar en La Forestal hasta el año 1984. Tres años después
se mudan para Cruce de los Baños.
En esa época tuvo un accidente que le impidió seguir
trabajando durante casi un año. Tras su recuperación se incorpora a trabajar en
el Mercado, en el año 1987, como dependienta. Allí estuvo hasta el 2004. Cuando
salió de allí empezó a trabajar en el Policlínico hasta la edad de la
jubilación. Tenía entonces 57 años.
Dedicó a la Agricultura 24 años de su vida. Pero asegura que
siempre le ha gustado trabajar, tener lo suyo, buscar su dinerito. Por eso
decidió, al jubilarse, ser vendedora ambulante. Al principio solo vendía café, con
una bandeja, el termo y una banqueta, hasta que hizo su carrito. Pero la gente
le insistía en que incrementara sus ofertas, y así lo hizo.
Sus clientes son muy fieles, lo mismo trabajadores que
estudiantes, y si llega un poco tarde de lo habitual la regañan cariñosamente.
“Ellos conmigo, si tienen el dinero en ese momento, comen, y si no lo tienen,
también”. Ella les va anotando y luego lo cobra sin problemas.
A veces la gente va a su casa, incluso los domingos temprano,
para tomar café, y aseguran que aunque esté durmiendo, con su carácter alegre,
se levanta y lo cuela.
La humildad es el don de esta emprendedora mujer, que aún en
su retiro buscó la manera de sentirse útil. Es muy jaranera, recorre nuestras
calles con su carrito, si tiene que bailar, baila, si le brindan un trago de
cerveza, se lo toma. “Ahí estoy- asegura- hasta que la vida quiera”.
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