Muchos lo escuchamos deambular tantas
veces por nuestras calles. Yo mismo viajé con él desde el hermano municipio
Contramaestre cuando estudiaba en la Universidad. A todos nos llamaba la
atención aquel vendedor cargado de comestibles y con un sombrero de anchas
alas, bajo el sol, con la pesada llovizna, siempre el rostro sereno.
Juan Fulgencio Martínez Días era ese
personaje querido que bajo el pregón de “Y HAAAAYYYYYYY….”, el margen de
silencio y después “….GALLETA”, transitaba las estrechas calles de este
municipio hasta hace algunos meses. Esa era su marca distintiva, el sello que
todos aprendieron a querer.
Jubilado y trabajador por cuenta
propia hizo de sus pregones un detalle curioso para el que lo escuchaba.
Pregonaba cada producto que traía buscándole una rima: galletas, sorbetos,
conserva de guayaba, matrimonio y más. Al principio la gente se acercaba a
preguntarle si tenía algún dolor cuando gritaba “HAYYYY...”. Luego venía la otra
parte, y entonces todos reían con aquella picardía.
El maní también tenía su pregón;
cuando lo vendía siempre coreaba: “LA TRAIGO BLANDITA Y DURA”. Y el chorizo
tampoco escapaba; era “EL CHORIZO PARA ENGAÑAR EL ARROZ”. La gente se reía,
pero su objetivo era que todo el mundo disfrutara, se sintiera bien con aquello
y que su producto se vendiera. ¡Qué estrategia de márketing!
“Aquí todo el mundo me llama, me
conoce y sobre todo me cuidan, y yo estoy satisfecho con el trabajo que hago.
Además, yo a quienes más ayudo es a los niños y a las personas mayores que no
pueden valerse por sí mismas”, fueron sus palabras en la única entrevista que
de él se conserva. Era el único pregonero que subía las escaleras de los
edificios.
Juan Fulgencio Martínez Días falleció
en el 2018. Ausentes en este lado de la sierra esos míticos pregones que a
todos hacían volver la vista y hasta regalar una sonrisa furtiva. La poesía de
lo cotidiano ya no será la misma sin esa estrofa que nos falta.
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