sábado, 28 de abril de 2018

Desde la cima de La Esperanza

La historia siempre me llama desde un rincón de mi tierra. Acudo a ella en esa inevitable batalla en que nos hemos adentrado para evitar olvidar nuestro pasado, y al mismo tiempo rescatar lo que se ha perdido. "Nuestra Mitología Histórica" crece, a pasos agigantados, y su punto de partida se alza a 255 metros sobre el nivel del mar, en la Loma de la Esperanza. Un monumento de 35 años corona la elevación más alta de este poblado. 

Se yergue como esperando los instantes precisos. Parece custodiar la monumental lápida del Comandante Almeida sembrada a sus pies. El brillo y calidez de la llama eterna es su compañera. Desde ese lugar observa el poblado. Su cuerpo apenas mantiene el color blanco que una vez fuera su origen. Pero se mantiene allí, llamando la atención de todos.
Esta escultura se inauguró el 6 de Marzo de 1983, al cumplirse el aniversario 25 de la fundación del Tercer Frente Guerrillero. El escultor habanero Evelio Leucort daría vida a este monolito, nacida para honrrar la memoria de los caídos durante la guerra y mediante 5 figuras realizadas a través de la técnica del molde, mostrar los rasgos característicos del rebelde en su frente de combate.
Durante algunos años se identificó esta escultura con los hermanos Victor y Onelio Días Robert,
caídos en la acción combativa de Filé del 4 de julio de 1958. Cada una de las figuras tiene un significado.
El combatiente que sujeta al otro simboliza que ni aún en los momentos más difíciles los guerrilleros dejaron abandonados a sus compañeros. Los dos que apuntan hacia atrás simboliza que nunca descuidaron la retaguardia. El que está firme con la bandera rojo y negra del Movimiento 26 de Julio, (como en 1957 cuando miembros del Movimiento, una célula insurgente de Maffo y colaboradores del territorio izaron un estandarte similar en un palo de guásima en la Loma de la Esperanza) representa la firmeza de nuestros ideales.
Vigilante enfrenta al viento, ha visto alzarse desde sus cimientos a un poblado entero que hoy mira con orgullo hacia esta elevación adornada con califas rojas. No acepta reparaciones ni retoques de colores, su destino es la pátina del tiempo (entre más tiempo pase adquiere más valor).
Divisa el horizonte subviertiendo la belleza, el contraste a cielo abierto, de cara al sol, desde la cima de La Esperanza.

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