martes, 30 de abril de 2019

Un infame en la Prensa

Por Javier Labrada García
Llegó a decir el Maestro José Martí sobre el Periodismo: “La prensa no puede ser, en estos tiempos de creación, mero vehículo de noticias, ni mera sierva de intereses, ni mero desahogo de la exuberante y hojosa imaginación” (“Carta de los Estados Unidos”, La Nación, Buenos Aires, 13 de septiembre de 1882).
No puede ser, aún en estos tiempos; pero la falsa identidad de algunos profesionales del gremio, el “ajustarse al diario”, el valor del trabajo metalizado, vienen a convertirse en las hojas de doble filo que mutilan el gran bosque que es el pensamiento.
En todas las épocas, iconoclastas e infames fueron periodistas o emergieron, como lombrices de tierra, de las profundidades del mundo de las letras. La historia siempre se repite, pero nunca de la misma manera. Uno de estos infames fue una figura oscura de nuestra historia. Nacido en 1918, debido a una herida en el calcañal, durante un combate por la defensa de Madrid, sería conocido como El Cojo. Pero este fue solo uno de sus motes.
Una rápida vista por su biografía nos resalta sus muchos “logros”. Vinculado a las luchas estudiantiles de los años 30 en Cuba, y voluntario de la Brigada Internacional para combatir al lado de los republicanos en la Guerra Civil Española. Regresa a Cuba en 1939, y trabaja como traductor de cables y al frente de la sección “Internacionales” en el periódico Noticias de Hoy, órgano del Partido Socialista Popular (PSP).
Allí, sin embargo, empezó a querer más relieve, más protagonismo... más dinero. Algunos que lo conocieron, como el ya fallecido doctor y corresponsal de guerra, José López Sánchez, aseguran que escribía bien. Pero se metía en temas que se alejaban de la línea editorial del periódico, fomentaba discusiones estériles, chismes, divisiones. Frecuentemente le llamaban la atención por sus indisciplinas, los deseos de sobresalir.
Expulsado del Partido por sus posiciones sectarias, funda el Movimiento Socialista Revolucionario, que se transformó en una organización gansteril que recaudaba dinero “para la causa” a través de la extorsión.
En 1947, fue el jefe militar del contingente de cubanos y dominicanos que preparaban, en Cayo Confite, una invasión a República Dominicana para derrocar a Rafael Leónidas Trujillo Molina, “Chapitas”. Por aquellos días se produce el trágico suceso de la calle Orfila, en la Habana, donde el gansterismo alcanzó su mayor auge, nada ajeno a nuestro protagonista.
Como un camaján, siempre detrás del telón del poder, adquirió durante el gobierno de Carlos Prío, un puesto en la Cámara de Representantes por la entonces provincia de Oriente. También, con su dinero financiaba un periódico propio, “Tiempo en Cuba”, dirigido por su hermano Rodolfo y que tenía sus oficinas en San José no. 868, en La Habana.
Tras el golpe constitucional de 1952, protagonizado por Fulgencio Batista, olvidó sus ansias de una revolución “a tiros” (curiosamente era líder de uno de los grupos que, atrincherados en la escalinata de la Universidad de La Habana, pretendía hacer resistencia armada a los golpistas), y se alió al Hombre fuerte de Cuba. Esto le sirvió a su vez para escalar peldaños en el poder.
Por aquellos años comenzaba a editar el periódico “Libertad”, en Santiago de Cuba, una publicación que desde sus páginas defendía al dictador. El tabloide se hizo célebre, no solo por insertar grandes fotos pornográficas en sus portadas, sino también por el hecho de que quien aparecía en sus páginas acusado de contrario al régimen, poco después era encontrado muerto, horriblemente mutilado.
Quizá el hecho por el que es más recordado es por haber fundado su ejército personal, y ser considerado el precursor de las bandas paramilitares en el continente americano. Este cuerpo armado, conocido como “Los Tigres”, se convertirían en los verdugos del régimen, y se calcula sumó más de 2 000 muertes entre 1953 y 1959, muchos de ellos personas inocentes, quienes pagaban con su vida los intentos de extorsión, o la simple sed de sangre de los asesinos.
A esta altura ya debe adivinarse que hablamos de Rolando Masferrer Rojas. Un hecho para ilustrar. Un día aparecen en la Loma de la Cruz, en Holguín, cinco cadáveres con signos de tortura y disparos en la nuca. El nombre de uno de ellos es Santiago Masferrer, luchador antibatistiano, y primo hermano de Rolando. Acababa de sucumbir por orden de su pariente, bajo los plomos de los “tigres”.
El 1ro de enero de 1959, junto a algunos de sus hombres huía hacia los Estados Unidos. En su ausencia, el poder revolucionario lo juzgaba y sancionaba en la Causa 42, por 4 delitos de asesinato, a la pena de muerte por fusilamiento. Esto, por supuesto, nunca tuvo lugar. Años más tarde, el 31 de octubre de 1975, Rolando acciona la llave de su auto y muere producto a una bomba.
Alguna vez dijo que admiraba a cualquier periodista. Pero que lo admiraba más si era valiente. Pero que su admiración era total si el periodista era capaz de partir, Colt 45 en mano, una carta de baraja, a cien pasos.
Los infames han existido siempre, en todas las épocas. El embuste tiene muchos antifaces. Hagamos la guerra a los infames y a sus herramientas de doble filo, con la prensa que, como dijera el Apóstol, es un vigía que lo desentierra todo.

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