jueves, 19 de septiembre de 2019

El único periodismo que vale la pena es el periodismo de la pasión

Por Javier Labrada García
La primera vez que supe de él fue en una de aquellas “Crónicas del barrio” dedicada a los imaginarios populares que se desataron tras el paso del Huracán Sandy por la ciudad de Santiago de Cuba. Ya por aquel entonces era una figura reconocida de las letras en esa ciudad. Tiempo después me acerqué a uno de sus textos, “La Edad de la Insolencia”, y fue en aquel momento que nació la idea de entrevistarlo un día.

Él es Reinaldo Cedeño Pineda, periodista, miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba y miembro del Comité Nacional de la Unión de Periodistas de Cuba. Me prometí no cargarlo de las preguntas de siempre, sino darle un toque más literario a una vida en la que no han faltado las palabras.
JLG- Cuéntame sobre ti como periodista.
RCP- “Me gradué en el año 1991, así que voy camino a los 28 años de labor profesional como periodista en diferentes lugares: prensa escrita, y algo también he hecho en televisión, como guionista más bien. Y aunque en los primeros años incursioné en casi todo, periodismo cultural es lo que más he hecho. O sea, acercarme a procesos de la cultura vista esta como algo integral.
Es decir, ver la cultura como un proceso donde esta se integra desde el pensamiento mismo del hecho cultural: los que participan en el proceso como actores, protagonistas y de apoyo, el hecho mismo de la cultura, digamos en un teatro, que puede ser un pasacalle o la exposición de una galería.
Integrado a esto el periodismo, no como un periodista que va al hecho, sino que forma parte del hecho. Porque el hecho no es solo lo que sucedió, sino también es la repercusión que tiene en los medios para que se haga carne y sabia de los demás. No solo de aquellos que entraron digamos a un teatro, sino de todos aquellos que no pudieron entrar, o no se enteraron, pero si se enteran de la redimensión del hecho.
Ver al periodista como un líder cultural y como un activista social, que eso a veces se obvia. Porque hay quien piensa que el periodista es aquel que tiende la grabadora o el micrófono ante una persona, y el periodista es un actor fundamental de ese hecho porque ayuda a reflexionarlo y a redimensionarlo. Y a criticarlo si es preciso.
JLG- ¿Cuál es la dimensión que hoy tienen las historias de vida para el trabajo de un periodista?
RCP- El único periodismo que vale la pena es el periodismo de la pasión. Por supuesto, hay que informar de cosas elementales que son inexcusables. Pero el único periodismo que vale la pena es el que toca a la gente.
Todo lo que se hace en materia de periodismo, que es decir en materia de comunicación, tiene que tratar de tocar a las personas, tiene que tratar de estremecerlas, de mejorarlas, de asaltarlas con un mensaje de amor, de manera tal que esa persona pueda reflexionar, pueda acompañarse de esa atmósfera, de ese mensaje que obtuvo a través de un medio, y no utilizó el “poder del dedo”, como se decía antes, para cambiar todo.
Las historia de vida son fundamentales en esto y así pasa también en los municipios. Siempre he compartido que la dinámica de hoy dice que no somos municipios de Cuba, somos municipios del mundo. Y no importa donde vivan; las personas tienen casi las mismas pasiones, casi las mismas esperanzas, casi los mismos intereses en el orden esencial. Las personas quieren ser más felices, quieren estar en mejores circunstancias, y eso hay que contarlo.
En Cuba hay que contar mucho por qué, a pesar de las dificultades, de las carencias, las personas siguen haciendo cosas, por qué te enamoras de tal manera de ser, por qué estás orgulloso de estar en tal lugar, qué historia te respalda, cuáles son las memorias. Hay historias fabulosas de personas aparentemente desconocidas, pero como decía Rolando Gonzáles, el gran documentalista: “Hay que detenerse donde otros pasan”. A través de esas historias es que vas aprendiendo, te vas modelando, es que vas soñando”.
Bloguero del ya mítico “La Isla y la Espina”, escritor y sobre todo excelente comunicador. Con su manera de hilvanar las ideas logra atrapar a todos sus públicos. Para él la lógica consiste en permanecer en la memoria colectiva. Y en eso consiste su trabajo, en contar historias que uno vive.

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