“El hombre vio
su rostro sucumbir.
Que se abra
bien la casa de la historia.
Que se revise
el trono de la gloria,
porque un
hombre sin rostro va a morir”
Silvio
Rodríguez
Desde el triste anonimato de lo que implica
convertirse en agente de la Seguridad del Estado, Alberto Delgado encontró su
fin. Aquel personaje nacido en las
cercanías de Trinidad, pasaría a encabezar una triste página en la defensa de
este “pedazo de tierra en el mar”. Pasaría a la historia además como El Hombre
de Maisinicú.
Bajo la fachada de Administrador de la finca
Masinicú*, entre Trinidad y el río Cañas, se comportaba como desafecto a la
Revolución triunfante y colaborador del bandidismo en la zona del Escambray.
Con su labor contribuyó a la captura de descenas de
alzados sin cubrir de pólvora sus manos. Rostros como Maro Borges, la banda de
Emilio Carretero, asesino del maestro alfabetizador Manuel Ascunse y otros
peligrosos jefes de bandas que enlutaron para siempre las vidas de incontables
familias campesinas, terminaron tras los barrotes.
El punto álgido de esta historia ocurrió cuando fue a
capturarse a la banda de José León Jiménez (Cheíto). Emilio Carretero había
convenido con este que cuando estuviese en Estados Unidos le mandaría en clave
un mensaje a traves de una emisora de Miami.
La clave que Carretero entregó a la Seguridad Cubana
cuando fue capturado no era correcta. Al transmitirse otra Cheíto comprendió
que era una trampa y que Alberto Delgado estaba infiltrado. Allí lo asesinó.
Colgado en una rama de un árbol (que hoy no existe,
porque una persona afectada mentalmente lo cortó) a la entrada de la finca,
mostraba signos de tortura evidente, golpes y heridas de bayoneta en todo el
cuerpo. La cueva cercana al lugar fue el último e inherte testigo del crímen.
Era la mañana del 29 de abril de 1964.
La seguridad cubana, entregó el cuerpo a la familia
contrarrevolucionaria donde Alberto se alojaba. Les dijeron que había ocurrido
una aparente riña entre bandidos y que aquel había sido ahorcado. Fue enterrado
en una fosa común.
Solamente en el año 1967 cuando fue liquidado el
bandidismo en Cuba, se reivindicó a Alberto Delgado, cuyo nombre había
permanecido en el anonimato durante tres años. Sus restos fueron sepultados
finalmente en un mausoleo y fue ascendido póstumamente al grado de Teniente.
Su esposa, Tomasa del Pino también sería reivindicada,
pues aparecía como contrarrevolucionaria, y había prestado servicios a la
Seguridad Cubana desde el anonimato.
Tristes las historias de quienes desde un rincón de
este suelo cuidan la vida y la tranquilidad de todo un país. Tristes los rostros
del anonimato en nombre de una sociedad “abierta y libre”.
*Masinicú es el nombre original de la finca, pero como
un juego de palabras y rimas, se le agregó la i en la película cubana del año 1973, de Manuel Pérez
Paredes y en la canción de Silvio Rodríguez.
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