domingo, 13 de mayo de 2018

El hombre vio su rostro sucumbir


“El hombre vio su rostro sucumbir.
Que se abra bien la casa de la historia.
Que se revise el trono de la gloria,
porque un hombre sin rostro va a morir”
Silvio Rodríguez
Desde el triste anonimato de lo que implica convertirse en agente de la Seguridad del Estado, Alberto Delgado encontró su fin.  Aquel personaje nacido en las cercanías de Trinidad, pasaría a encabezar una triste página en la defensa de este “pedazo de tierra en el mar”. Pasaría a la historia además como El Hombre de Maisinicú.

Bajo la fachada de Administrador de la finca Masinicú*, entre Trinidad y el río Cañas, se comportaba como desafecto a la Revolución triunfante y colaborador del bandidismo en la zona del Escambray.
Con su labor contribuyó a la captura de descenas de alzados sin cubrir de pólvora sus manos. Rostros como Maro Borges, la banda de Emilio Carretero, asesino del maestro alfabetizador Manuel Ascunse y otros peligrosos jefes de bandas que enlutaron para siempre las vidas de incontables familias campesinas, terminaron tras los barrotes.

El punto álgido de esta historia ocurrió cuando fue a capturarse a la banda de José León Jiménez (Cheíto). Emilio Carretero había convenido con este que cuando estuviese en Estados Unidos le mandaría en clave un mensaje a traves de una emisora de Miami.
La clave que Carretero entregó a la Seguridad Cubana cuando fue capturado no era correcta. Al transmitirse otra Cheíto comprendió que era una trampa y que Alberto Delgado estaba infiltrado. Allí lo asesinó.


Colgado en una rama de un árbol (que hoy no existe, porque una persona afectada mentalmente lo cortó) a la entrada de la finca, mostraba signos de tortura evidente, golpes y heridas de bayoneta en todo el cuerpo. La cueva cercana al lugar fue el último e inherte testigo del crímen. Era la mañana del 29 de abril de 1964.
La seguridad cubana, entregó el cuerpo a la familia contrarrevolucionaria donde Alberto se alojaba. Les dijeron que había ocurrido una aparente riña entre bandidos y que aquel había sido ahorcado. Fue enterrado en una fosa común.
Solamente en el año 1967 cuando fue liquidado el bandidismo en Cuba, se reivindicó a Alberto Delgado, cuyo nombre había permanecido en el anonimato durante tres años. Sus restos fueron sepultados finalmente en un mausoleo y fue ascendido póstumamente al grado de Teniente.
Su esposa, Tomasa del Pino también sería reivindicada, pues aparecía como contrarrevolucionaria, y había prestado servicios a la Seguridad Cubana desde el anonimato.

Tristes las historias de quienes desde un rincón de este suelo cuidan la vida y la tranquilidad de todo un país. Tristes los rostros del anonimato en nombre de una sociedad “abierta y libre”.
*Masinicú es el nombre original de la finca, pero como un juego de palabras y rimas, se le agregó la i en la película cubana del año 1973, de Manuel Pérez Paredes y en la canción de Silvio Rodríguez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario